En el día de San Isidoro, Apolonia y su chacha mantenía la entrañable costumbre de visitar a sus primos en Los Isidoros, la unica familia que le quedaba a ella. Esta tradición había comenza trás el fallecimiento de sus padres y para no perder el contacto con sus raices la chacha lo preparaba todo en el cortijo que todavia conservaban en Los Isidoros, utilizado para el cultivo de la vid y la producción de vino.
En ese cortijo nació ella. Frente a él se podía observar el cerro de la Virgen, alli en lo alto, imponia toda su majestuosidad, como una madre que vigilia a sus hijos. En la magnífica bodega de Isidoro Sáez, su padre, los recibía, un lugar que era el corazón de muchas celebraciones. Las paredes estaban adornadas con tinajas de barro de vino y lámparas de aceite que emitían una luz cálida y acogedora. Para la ocasión, se preparaba un convite espléndido: un carnero capón, acompañado de generosos jarros de vino.
Con el paso de las horas y los efectos del buen vino, los ánimos se animaban y los guajerros comenzaban a entonar canciones. En un rincón de la bodega, se sacaba un tenor, el timple de Isidoro, y Antoñico El Ciego, famoso en la región por su virtuosismo, comenzaba a tocar su violín. Las notas de las malagueñas se elevaban, mientras que trovadores improvisaban coplas y romances que provocaban risas.
Ese año, el sastre, conocido por su ingenio y habilidad con las palabras, se unió a la fiesta y compuso coplas a pedido, añadiendo un toque sarcástico a la velada. En un momento de descanso, mientras la música se detevo brevemente, el sastre salió a la calle, dejando a todos intrigados. No tardó en regresar, llevando consigo un objeto misterioso envuelto en un pañuelo de seda color alloza, que brillaba bajo la luz de las lámparas.
Se acercó a Apolonia y le dijo con una sonrisa: "Toma esto... seguramente te gustará". Ella, con curiosidad y expectación, deshizo con cuidado el nudo del pañuelo y reveló un par de hermosas postizas decoradas con madroños encarnados, azules y amarillos. Mientras las observaba, descubrió que en el cóncavo de cada una habían tallado unas letras: en la de la mano izquierda, A y S, y en la de la mano derecha, F y M.
La vendimia llegaría en septiembre...


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